*Post creado por nuestra colaboradora Anna
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https://www.youtube.com/watch?v=ZEmvBdRLg4k
Llegamos de noche al aeropuerto, nos tiramos media hora haciendo cola en una oficina de AVIS que resultó no ser la correcta (esa era para Preferent Customers) así que nos fuimos a la cola de la gente normal, nos tiramos una hora más. Horroroso.
Finalmente nos dan el coche, bueno, te dan las llaves, y tu te vas a buscar el coche al aparcamiento, pues en nuestro presunto coche había un hombre dentro que también tenia las llaves…vuelve a la oficina, cambio de coche, prueba el GPS, no va. Vuelta a la oficina, cambio de cable, no va. Cambio de GPS, al fin ¡parece que todo está bien!
Y ahora…¿cómo funciona esto? yo llevo una furgoneta antigua y en mi vida he cogido un coche con más botones que el del volumen de la radio y este coche no tiene ni llave. Nadie nos ayudó, así que me hice un «autocursillo» para saber como funcionaba ya que me tengo que meter de lleno en Chicago y en plena noche. En menos de media hora ya estábamos en marcha!
Nos alojamos las dos noches en el Chicago Getaway Hostel, por unos 50 dólares por noche en una habitación privada, con baño compartido. En el mismo albergue nos recomendaron un aparcamiento cerca para dejar el coche esos dos días ya que la idea era patearnos la Ciudad. Era el aparcamiento de un hospital.
Ese día, después de las horas de vuelo y del periplo con el coche, sólo tuvimos fuerzas para ir a comprar tabaco y dormir.
A la mañana siguiente, ya con las pilas cargadas, salimos del hostel dispuestas a andar. El alojamiento está a unos 4 km de la Magnificent Mile, calle de entrada al centro y donde se encuentra la Torre Hancock, una de nuestras primeras paradas. Estos 4 km se hacen en la mayor parte por el Lincoln Park, donde hay lagos, ocas, ardillas y vistas al lago Michigan.
Llegando al centro de la ciudad, des del parque, Chicago tiene un skyline espectacular! El edificio con las
La Magnificent Mile es una avenida ancha y sin mucho tráfico, llena de tiendas carísimas, pero tiene un par de lugares muy interesantes.
El primero de ellos es la Fourth Presbyterian Church, una pequeña iglesia rodeada de rascacielos en la que alojan a personas sin techo. Después de pasear por la Magnificent Mile con sus tiendas de lujo, el contraste es brutal, el mensaje es claro y es una bofetada de realidad. Entrar al claustro también tiene su gracia ya que entre
La torre Hancock es otra parada obligatoria en la Magnificent Mile, se encuentra justo delante de la iglesia, mide 344 metros, pero nosotras la dejamos para la noche. ¡¡Y qué gran decisión tomamos!!
Al final de la avenida te encuentras con el río, una imagen preciosa, y al otro lado el Loop. Aquí ya se puede escuchar el ruido metálico de los railes del tren elevado.
Tras un paseo por el Loop llegas a la Torre Willis (442 m), el edificio más alto de los Estados Unidos, nosotras nunca habíamos subido a un rascacielos, así que vamos al skydeck! Si no recuerdo mal eran unos 20 dólares por persona, valen la pena. Además hay un balcón de cristal suspendido en el aire en el que puedes sentir la ciudad a tus pies, no apto para quienes sufran vértigo.
Es mediodía y ya hay hambre, nos acercamos hasta Jackson Blvd., dónde empieza la histórica Ruta 66, allí está el Lou Mitchell’s, lugar mítico por ser uno de los primeros restaurantes en servir comida a los viajeros que hacían esta ruta (abierto desde 1923). Vemos el menú, vemos que no es ninguna turistada, y nos quedamos!
Era nuestra primera vez en USA y desconocíamos el tamaño de las raciones, así que pedimos un plato de tortilla para cada una. Nos trajeron dos tortillas que parecían para 10 personas, y además con un montón de acompañamientos, pagamos unos 30 dólares en total por ello. El agua no se paga.
Para digerir tal ración de comida volvimos por el Loop hasta la Buckingham Fountain y paseamos por el parque hasta el Millenium Park.
A estas horas llevamos ya unos cuantos quilómetros andados, así que después de dar otra vuelta por el Loop imaginando que estamos en Gotham City paseando por debajo del tren elevado, cogemos un taxi para ir hasta el Navy Pier a tomar una cerveza y ver la puesta de sol tras los rascacielos
La noria y las atracciones estaban cerradas, aunque a nosotras no nos llamaba la atención el parque, vale la pena llegar hasta allí ya que la puesta de sol des del lago Michigan es imprescindible. Además, está la tienda restaurante Bubba Gump.
Una vez puesto el sol, había llegado la hora de subir a la torre Hancock, llegamos tras un agradable paseo por la orilla del lago, donde la gente sale a correr, en bici o a pasear al perro. Se respiraba muy buen ambiente, aunque hay que vigilar que no se te lleve por delante algún runner.
Subir a la torre son 20 dólares más por persona, pero para mi, fueron los dólares mejor gastados de ese día. Nos meten en el ascensor, solas, y llegamos a la planta 94. SOLAS. Miro por la primera cristalera que me encuentro enfrente, y todo negro, pienso, vaya…está cerrado! Pues no, era el lado del lago, claro. Pero en cuanto giré la vista a mi derecha vi esto:
Y ya no me pude despegar del cristal.
Al estar sólo dos noches y debido al cansancio, no pudimos disfrutar nada de la vida nocturna de Chicago, como tampoco ir a algunos lugares como al antiguo edificio dónde se encontraba el estudio de grabación Chess Records, pero a parte de que ya no existe, quedaba lejos y nos hubiera supuesto sacrificar demasiado.
En estos estudios saltaron a la fama gente como Muddy Waters, Chuck Berry, Howlin’ Wolf y Etta James para citar los más conocidos. Fueron algunos de los muchos que venían del sur, de trabajar en plantaciones del Mississippi o de Louisiana, que llegaron a Chicago buscando una vida mejor, un trabajo, o cómo estos, poder vivir de la música. Y Chess Records dio una oportunidad a esta gente, cuando ser afroamericano aún era sinónimo de inferioridad y esclavitud.
Recomiendo ver «Cadillac Records» de Darnell Martin (2009) antes de viajar a Chicago. Y después también.
Así que cierro este capítulo con «I’m Ready» de Muddy Waters, grabada en 1954 en Chess Records.
*Post creado por nuestra colaboradora Anna